8 mar 2015

Una especial sensibilidad: En el día de la mujer recordamos a las más importantes ecofeministas.




En 1962 Rachel Carson escribía un apasionado alegato contra los pesticidas que, como el DDT, invadían nuestro ecosistema poniendo en peligro los múltiples tipos de vida existentes. Primavera silenciosa o El mar que nos rodea eran precursoras de una sensibilidad que nacía en la postguerra y que, en esa década, eran voces en el desierto de la indiferencia más absoluta.
Los años 70 convierten esta sensibilidad en revolución espiritual a través de las mujeres con más necesidades: el movimiento Chipko (inspirado por la pensadora  y activista Vandana Shiva) se abraza a los árboles para salvarlos de una tala inminente, como lo harían con sus hermanos mayores.
La espiritualidad que atraviesa la sensibilidad ecologista se queda adherida pero latente, porque la lucha se empieza a plantear en otros foros. Wangari Maathai idea el Movimiento cinturón verde y  no es casual que Petra Kelly titule su colección de artículos y discursos  Pensar con el corazón, denuncias incendiarias contra las políticas de las naciones más poderosas.

Es el nacimiento en 1981 del campamento de mujeres de Greehan Common contra una base militar americana, que genera una nueva forma de movimiento ecologista-pacifista  reproducido en docenas de ciudades europeas, y es el momento en que se configuran los principios de la economía feminista, que parten de la experiencia, el análisis y la denuncia de la australiana Marilyn Waring.
El año 96 Coline Serrault  estrena  La Belle Verte, utopía feminista de un mundo mejor, por medio de la que denuncia, no sólo el sistema político y económico del momento sino la frustración que sienten muchas mujeres que viven la anulación generada por las falsas promesas: promesas de paz, de mejora de sus condiciones, promesas de cuidado de la Tierra.

El nuevo siglo se caracteriza por la extensión masiva de la conciencia ecologista. El “desarrollo sostenible” invade la literatura de todas las áreas científicas, empresariales y sociales consiguiendo efectos positivos como la internacionalización de una conciencia ecologista, pero arrastrando también efectos negativos: la pérdida de significado que van adquiriendo estos bien intencionados términos.  La escritura ecofeminista,  todavía no muy contaminada de este glosario de nuevos términos aparecidos en las décadas precedentes, va ocupándose de nuevos temas, problemas como el difícil acceso al agua que tienen las mujeres en diferentes países en vías de desarrollo, y el género es la nueva perspectiva de análisis para  diversísimos estudios y proyectos. El mundo académico también se enriquece con las corrientes y la pluralidad de ecofeminismo, generando una masa bibliográfica hasta entonces prácticamente inexistente en nuestro país. Las publicaciones de Alicia Puleo son un buen ejemplo de esta nueva etapa.
Actualmente vivimos un nuevo auge del ecofeminismo,  caracterizado por la cantidad de nuevas voces y la intensidad de su discurso.

El ecofeminismo ha cobrado nuevo sentido para muchas mujeres que buscan otra forma de relacionarse con el mundo. Sirva este “Especial” de Ecología y Desarrollo para mostrar las ideas más interesantes  que se están desarrollando desde esta perspectiva. La crisis de los cuidados o el derecho a la soberanía alimentaria son algunos de los planteamientos. Las cuatro mujeres que intervienen: Julia Weingärtner, Patricia Álvarez, Hortensia Fernández y Pilar Galindo convierten su práctica ecofeminista en teoría y en arte. Ellas son una parte de las nuevas voces del ecofeminismo, escuchémoslas.

Fuente: http://www.ecodes.org/archivo/proyectos/archivo-ecodes/pages/especial/ecofeminismo/index.html

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